La Biblia llega a

Tierra del Fuego

Un día en la ciudad de Londres, en Inglaterra, en las gradas del hospital Saint Thomas, se encontró lo que parecía ser un paquete de trapos. Una de las enfermeras, pensando botar el bulto, lo recogió y se dio cuenta que contenía algo que se movía. Al abrirlo, encontró un niño recién nacido. Aparentemente no pertenecía a nadie, y nadie lo quería, así que el personal del hospital lo adoptó y entre todos lo criaron.

Como es de imaginarse, fue el regalón de todas las enfermeras. Como no tenía nombre, lo llamaban simplemente El Guachito, hasta que por fin le pusieron el nombre de Tomás, por ser éste el santo patrón de ese hospital. Pero todo niño tiene dos nombres, y ¿qué apellido podrían ponerle? Resulta que el hospital quedaba cerca del río Támesis y entre dos puentes, y por lo tanto le dieron a Tomás el apellido de Bridges, que en castellano sería Puentes. Con el buen cuidado que recibió, Tomás se desarrolló en un niño robusto y luego un joven sano. Pero lo mejor de todo fue que él llegó a conocer la Biblia y amar al Salvador de quien ella nos habla.

Aconteció que en ese tiempo el famoso explorador Charles Darwin volvió de su primera visita a Tierra del Fuego, que es la parte de Chile y de Argentina al extremo sur del continente. Darwin contaba que allí él había encontrado al pueblo más degenerado y sin esperanza, pensaba él, que existía en el mundo. Como ese hombre no conocía al Señor Jesús ni el poder del evangelio, declaró: “¡Para mí sería preferible tratar de civilizar los perros de la calle antes que hacer algo por esos salvajes!”

Tomás Bridges oyó lo que había dicho Darwin y él pensó: “¡Yo sé de algo que puede mejorar a esa gente. Conozco un libro que me ha transformado la vida y me ha enseñado de un Salvador quien puede salvar a todos!” Tomás se ofreció como misionero y fue a vivir entre el pueblo de Tierra del Fuego, algunos de los cuales vivían casi como animales. El único tesoro que él llevó consigo fue su Biblia, la única arma que podía disipar las tinieblas en que se encontraba esa gente.

Doce años pasaron y Charles Darwin volvió a Tierra del Fuego. Al desembarcarse, él sintió un sonido agradable pero extraño. Era una campana colocada en una capilla evangélica la que sonaba en la aldea, llamando a la gente al culto. Deteniéndose a mirar, vio a hombres, mujeres y niños acudiendo al sencillo edificio. ¡Qué transformación había efectuado el evangelio! Ahora se vestían bien, vivían en armonía el uno con el otro, y se gozaban de muchas comodidades. Dios había utilizado a un hombre con el amor de Cristo en su corazón para transformar a esa gente, tan degenerada, en hijos suyos.

Leemos en Romanos 1:16 que el evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Ud. también se puede salvar, ahora mismo, limpiarse de todos sus pecados y hacerse hijo de Dios. Entonces estará listo para trabajar por el Señor y contar a otros cuán grandes cosas Cristo ha hecho por Ud, como hacía Tomás Bridges.

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