Posts from — Octubre 2020

Tareas para niños

Lea el primer libro de la biblia, llamado Génesis

responda estas preguntas

1.- qué creó Dios el primer día?

2.- qué creó Dios el segundo día?

3.- qué creó Dios el tercer día?

4.- qué creó Dios el cuarto día?

5.- qué creó Dios el quinto día?

6.- qué creó Dios el sexto día?

sus respuestas a pedritoysusamigos@gmail.com

Octubre 31, 2020   Los comentarios están deshabilitados en Tareas para niños

La venganza de Rosa

En algunos lugares del mundo donde hace mucho frío y donde
cae nieve, a los niños les gusta salir en la nieve y con sus
pequeños trineos, buscar una loma larga y lanzarse
desde arriba hacia abajo en sus trineos.

Dependiendo de la loma, pueden alcanzar velocidades muy rápidas. El trineo tiene un pequeño mecanismo para dirigirlo. El deslizarse por la nieve es muy divertido.

—Beto, ¡otra vez tu gorra está detrás del sofá! Te olvidaste de
guardarla en su lugar otra vez. ¿No puedes recordar de
guardarla en el ropero? Seguro que ya casi nos ibas a estar
llamando para que te ayudáramos a buscarla. Ven y guárdala en su lugar. De aquí en adelante, si no la tienes a la hora de salir, tendrás que quedarte en la casa. No lo olvides. —La mamá de Beto habló enérgicamente.
Beto, un tanto avergonzado, pensó: Será mejor que me esfuerce por recordar lo que me están diciendo. Mamá está en serio; no acostumbra hablar así.
Al día siguiente, Beto pintaba con una caja de pinturas nueva. Rosa, la
hermanita, lo observaba con admiración. Después de un rato, Beto se cansó
de pintar. De pronto se le ocurrió hacer otra cosa y se levantó de un salto y
dijo:

—Guárdame todo esto, Rosa, por favor. Yo no tengo tiempo; debo salir.
Rosa comenzó a recoger los pinceles y la caja de pinturas, pero luego
preguntó:
—¿A dónde vas con tanta prisa?
—Voy a salir. Voy a salir con Jimmy y Ned a acompañarlos a jugar en la
nieve con mi pequeño trineo. Se me había olvidado que teníamos planes de ir a deslizarnos. Lo que no sé es dónde está mi gorra.
—Por favor, Beto —le rogó Rosa—, ¿puedo ir contigo? Yo puedo guardar
todo esto en un instante y te acompaño. Mamá me dijo que puedo ir a la loma y jugar en la nieve contigo si tú prometes cuidarme. ¿Sí, Beto? Por favor.
—No, esta vez, no —respondió el hermano bruscamente mientras
buscaba la gorra debajo de las sillas y la mesa—. ¿Crees que a un muchacho le
gustará cuidar a una niña cuando quiere divertirse?
—Pero, Beto, llévame, por favor —persistió Rosa—. Los otros muchachos
llevan a las hermanas. Además, este invierno no he salido a jugar en la nieve
en la loma ni una sola vez. Yo quiero deslizarme en el trineo también. Por
favor, Beto, te ayudaré a buscar la gorra si me dejas ir.
—No te preocupes; ya la encontré. De puro milagro, estaba en el ropero.
—Y antes de que Rosa pudiera decir más, Beto se había marchado.
Rosa miró a su hermano que ya se alejaba. Con cólera pensó: Es un gran
egoísta. Ya sé lo que voy a hacer.
Aunque Rosa deseaba vengarse, pasó la tarde y se olvidó del asunto.
Cuando Beto volvió a la hora de la cena, ya lo había perdonado. Sin embargo,
al día siguiente sucedió algo que le hizo recordar lo que había acontecido.
—Niños, alístense rápido —dijo la mamá—; vamos a salir. La señora de
Brown nos ofreció un paseo en su trineo grande tirado por caballos. Dice que
hay lugar para ustedes también. Pero, apresúrense porque nos están esperando afuera.
Encantado con la idea, Beto se levantó de un salto y gritó:
—¡Magnífico! ¡El trineo grande de los Brown! ¡Imagínate, Rosa! Podemos
envolvernos con mantas de piel de bisontes en este frío, ¡y el sonido de los
cascabeles! Pero… ay, qué problema. ¿Dónde está mi gorra?
Rosa ya estaba poniéndose el abrigo, los guantes, y la gorra. Estaba tan
ocupada que no oyó la pregunta de Beto. Éste se indignó y a regañadientes le dijo:
—¡No quieres prestarme atención, egoísta! ¿No te importa que yo tenga
que quedarme en casa porque no encuentro la gorra? ¿Y que en este invierno

no he dado ni un buen paseo en un trineo grande? ¿Dónde estará esa gorra?
¿Sabes dónde está, Rosa? Por favor ayúdame a buscarla.
Con una mirada triunfante, Rosa formó un plan. Yo sé dónde está la gorra.
Vi que se cayó detrás del sofá. Si no se lo digo, tendrá que quedarse en casa. Allí está la venganza por lo que me hizo ayer. Pero en vez de hacer eso, Rosa pensó mejor y dijo:
—Ponte el abrigo y los guantes. Yo sé dónde está la gorra.
Rosa corrió hacia el sofá y volvió justo en el momento en que la mamá
aparecía por la puerta. Le dio la gorra a Beto y siguió a su mamá.
Avergonzado, Beto siguió a la mamá y a Rosa para subirse al trineo. En
voz baja dijo a Rosa:
—Rosa, muchas gracias. Tú sí eres una buena hermana.
Ahora caía en la cuenta de que él había sido egoísta y descuidado, y que
era hora de cambiar. Esa “venganza” de Rosa había servido de hacerlo
reflexionar y cambiar su forma de ser.

Octubre 31, 2020   No Comments

¿De quién son los hijos?

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos” (Salmo 127:3).
Los niños que Dios nos ha encomendado son regalos de él. A la
vez, aunque ellos le pertenecen a Dios, nosotros cargamos la
responsabilidad de nutrirlos e instruirlos fielmente en los
caminos de él.
Jesús le dijo a Pedro: “Apacienta mis corderos”. ¿Son estas palabras
únicamente para Pedro? No, de una manera u otra, este mismo mensaje
es para cada discípulo de Dios. La responsabilidad dada por Dios de
nutrir y educar a los niños queda indirecta o directamente con cada
creyente. Aunque no todos seamos padres o maestros, siempre tenemos
la responsabilidad de ser una influencia correcta para los niños. Nadie
debe mostrarse indiferente hacia el bienestar espiritual de los niños,
porque somos responsables ante Dios por ellos.
Debemos aprovechar cada oportunidad para ayudarle al niño a
aprender y crecer espiritualmente. Como los judíos de antes, debemos
ser diligentes en enseñarles a nuestros hijos las palabras que Dios
mandó. “Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu
casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”
(Deuteronomio 6:7). Sin embargo, considere por un momento lo que
sucede muchas veces cuando el niño llega con preguntas que a nosotros
nos parecen insignificantes. Frecuentemente le decimos: “Vete a jugar.
¿No ves que estoy ocupado?” Luego el niño se va por la vida, se
termina de criar, y pocas veces vuelve en busca de nuestras razones.
Después como padres, quedamos perplejos, preguntándonos por qué
hemos perdido a nuestro hijo. Si perdemos las oportunidades de
instruir a los hijos, estaremos asegurando el fracaso de su vida.
Los niños son de Dios. Tomar lo que es de Dios y ponerlo bajo el
cuidado y enseñanza de profesores mundanos es sumamente peligroso y
¿De quién son los hijos?


un grave error. Con el paso del tiempo, el niño automáticamente llega a pensar y actuar como sus profesores. Sin duda, el niño aprenderá los valores y las filosofías materialistas y humanistas de ellos y los llegará a creer. Por lo tanto, es un crimen espiritual exponerlos a tales influencias. Si el niño ha de aprender que él pertenece a Dios, sus padres tendrán que vivir y actuar de una manera que muestre que ellos mismos pertenecen a él. Es necesario poseer un temor de Dios santo y reverente antes de poder infundir lo mismo en el niño. Las palabras tienen valor únicamente cuando cada hecho de la vida concuerda con ellas. Junto con esto, cabe mencionar que los profesores del niño son uno de los factores más influyentes en su vida.
Si nutrimos fielmente a nuestros hijos, instruyéndolos
constantemente en el temor de Jehová, finalmente veremos el fruto de nuestra labor. Las enseñanzas implantadas en el niño durante sus años de formación nunca podrán ser desarraigadas del adulto maduro. Por ejemplo, considere al pueblo judío. Josefo, e l historiador judío, comentando sobre las actitudes de varias naciones hacia sus propias leyes, escribió: “Muchas naciones tienen por costumbre buscar maneras de desobedecer sus leyes… Pero para las personas de nuestro pueblo, si alguien les pregunta acerca de nuestras leyes, están más preparadas para dictarle todas las leyes, una por una, que pronunciar su propio nombre.
Esto es porque aprendimos todas las leyes cuando apenas podíamos entender un poquito, y ahora las tenemos grabadas en nuestras almas.
Son pocos los de nuestro pueblo que las quebrantan…”.
Si fielmente les damos el ejemplo de una vida basada en los
principios bíblicos y los enseñamos con diligencia, la próxima
generación se levantará y anunciará “las virtudes de aquel que los
llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Así
podremos entrar en el descanso celestial en paz, con la seguridad de que nuestra descendencia seguirá fielmente hasta la venida de Jesús.
Por: Charles L. Sweigart
The Christian School Builder

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7 consejos prácticos para padres

1. Jamás pase por alto palabras insolentes de su hijo, ni permita que le conteste de forma enojada o disgustada. Enséñele al niño que puede expresar sus sentimientos, pero que debe hacerlo respetuosamente, sin usar palabras ofensivas.

2. Sea firme y consecuente. Cuando le advierte al niño que lo va a castigar cuando repita una ofensa, deberá cumplirlo. No la pase por alto ni finja no notarla. Cumplir con el castigo es mucho más importante que la severidad del castigo. No permita que ninguna desobediencia se quede sin su debida corrección.

3. Los padres deben ponerse de acuerdo en asuntos de disciplina. Destruimos al niño si ve que un padre le tolera ofensas que el otro le prohíbe.

4. Exija que las órdenes se atiendan inmediatamente y que se cumplan bien.

5. Nunca castigue al niño cuando usted está enojado o molesto. El niño luego se dará cuenta de que usted está cometiendo una falta tan grave como la que él mismo había cometido. Es de suma importancia que el niño aprenda a obedecer por respeto y amor y no por miedo.

6. Enséñele al niño a obedecer para que él sepa obedecerle a Dios y a las leyes del país cuando tenga más edad.

7. Enséñele al niño que obedecer a sus padres es parte de su obediencia a Dios.

Western Messenger

Tomado de Ecos de Santidad

Usado con permiso

Octubre 31, 2020   No Comments

“ Venid luego,

dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18 La Biblia).

Estimado lector: Esta invitación me ha llamado la atención muchas veces. El versículo habla de la blanca nieve. Últimamente, Dios me dio la oportunidad de observar de cerca esta ilustración impresionante. Pude observar la infinita belleza de la tierra totalmente transformada por una linda nevada. Es una escena que casi no se puede describir con palabras. La blancura de la nieve es resplandeciente, esplendorosa, y fulgente. Es una belleza prácticamente sin igual. Su blancura es tan reluciente que pone en peligro la vista si no se usa alguna protección ocular. La transformación que experimenta la tierra árida y sin ninguna hierba verde después de una nevada es sumamente impresionante. Luego, el texto habla de la blanca lana. Mi hija tiene una perra de pelo sumamente blanco, como la lana de una oveja. Después de bañarla, el pelo brilla a la luz del sol. La blancura que luce cuando está bien limpia es impresionante.Al reflexionar sobre las palabras de Dios a Israel en Isaías 1:18, vemos que hay otra maravilla aún más impresionante. Es el milagro de transformación que experimentamos al entregar nuestra vida a Cristo. Las ilustraciones de la nieve y la lana jamás alcanzan a describir en su totalidad esta obra de transformación espiritual.Pero sí nos dan una idea de la maravillosa obra del Espíritu Santo en nuestra vida.El día después de la nevada que transformó al mundo, observé algo interesante. Observé que la nieve había tomado un color oscuro. Ésto, debido a que algunas partes estaban cubiertas con polvo, dándole una apariencia desagradable.Nieve oscura… ¡qué fea!A la perrita de mi hija le gusta salir y jugar fuera de la casa y, por su naturaleza canina, le atrae el lodo. Cuando encuentra un charco, la perra blanca tan linda y brillante se mete en el lodo para jugar. Su pelo blanco y reluciente se convierte en una pelota fea, desagradable, y sucia.Y ¿sabe? Para transformar de nuevo la nieve sucia y oscura, y a la perra sucia y fea, tiene que suceder algo. Hasta que no caiga una nueva nevada sobre la nieve sucia, no ocurrirá ninguna transformación. Sin un buen baño con agua y jabón, la perra no volverá a lucir un pelo blanco.Así es con nosotros. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Todos necesitamos de la obra de Dios que nos vuelve limpios y blancos como la nieve por medio de la sangre de Jesús. Todos necesitamos ser limpiados con el agua de la Palabra de Dios para ser como blanca lana (Efesios 5:26). Hoy tenemos la oportunidad de recibir esa blancura en nues-tra alma. Dios desea hacer la obra en cada persona y nos da la invitación. Al que recibe la invitación de Dios, sus pecados le serán perdonados por medio de la sangre de Jesús. Serán emblanquecidos como la nieve y como la lana blanca. Duane Nisly (Copiado de La Antorcha de la verdad)

Octubre 31, 2020   No Comments