Tomasito,

el gato Un gato que se llamaba Tomasito vivía muy a gusto abordo de un carguero. Pero, una noche tempestuosa el barco dio con unas rocas frente a la costa y empezó a hundirse. Los tripulantes fueron rescatados, pero Tomasito fue olvidado hasta más tarde, cuando de repente alguien se acordó de él y trató de salvarlo del barco antes de que fuera a pique. En varios intentos casi se agarra del animalito, pero cada vez Tomasito se zafó de su «salvador», y al fin se desapareció cubierta abajo. Es que Tomasito estaba contento allí. Había abordo toda clase de alimentos sabrosos: gallinas, jamones, y otras golosinas gustosas. Además, no había quien lo espantara ni dijera, «¡Zape, gato!» Y ¡qué banquete tuvo! Mientras tanto el vapor poco a poco se iba desapareciendo bajo el agua. Al fin se fue al fondo llevando a su muerte al pobre Tomasito. Muchas niñas y niños (y mayores también) hacen como Tomasito. No ven su peligro ni atienden cuando les hablan del Salvador Jesús que los quiere rescatar. La Biblia nos dice que todos pecamos, tanto niños como grandes, y así no podemos ir al cielo, sino que todos, tarde o temprano, serán castigados por sus pecados. En la Biblia Dios dice: «Todos han de morir una vez y después vendrá el juicio.» (Nuevo Testamento, libro de Hebreos, capítulo 9, versículo 27) Pero la Biblia dice también que Dios ama a los niños, a jóvenes, y adultos, aunque odia sus pecados, y por ellos castigó a su Hijo Jesús en lugar nuestro. Jesús amaba tanto a Dios y a nosotros que le dejó castigarle. Jesús nunca hizo nada malo, pero sufrió y murió en la cruz castigado por lo malo nuestro, para así quitar nuestros pecados: «Dios amó tanto al mundo eterno, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.» (Libro de Juan, capítulo 3, versículo 16) «Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.» (Libro de Romanos, cap. 5, verso 8) ¿No quieres recibir a Jesús ahora mismo, creyendo en él de todo corazón? Puedes pedirle de esta manera: «Dios mío, yo soy malo. Pero creo en mi corazón que tu castigaste a tu Hijo Jesús en la cruz por mis pecados, para librarme del castigo. Ahora mismo recibo a Jesús como mi Salvador. Amén.» Él no te faltará. Te oirá y te salvará de tus pecados y del castigo eterno

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