TODA la vida de Jesús fue una manifestación de gracia. Se dejó a un lado por los demás. Él se entregó a todos los que vinieron a Él. «No tenía tiempo ni para comer«. En un mundo de maldad, Él era la manifestación perfecta de Dios.
Y esto no fue todo. Él se puso a sí mismo bajo todo el poder del juicio de Dios sobre el pecado. Él murió por nuestros pecados, pero resucitó, ascendió al cielo y envió al Espíritu Santo como testigo de Su gloria y ministro de justicia en Él.
Así que ahora, en el evangelio, Dios no está condenando, sino salvando al creyente en Cristo, no requiriendo sino ministrando justicia. La ley requerida y condenada.
Si me llevé a mirar a Jesús con fe, puedo decir: Él cargó con mis pecados; Yo las hice, pero Él las dio. Él le dio a Su alma una ofrenda por los pecados, Él emprendió todo el encargo. Rastreo mis pecados hasta la cruz donde todos han terminado y se han ido. ¿Dónde, pues, vemos la gloria de Dios? ¿En el Sinaí? ¿O frente a Aquel que cargó con todos los pecados condenados en el Sinaí? Entró en el cielo porque todos fueron juzgados.
De este modo, no sólo podemos llevar la luz de la gloria de Dios, sino también regocijarnos en ella. Pedimos, no que esté velado, sino que podamos ver cada rayo de él, porque es el testimonio de Su amor y de Su trato justo con el pecado. Su justicia se ha acercado, su salvación ha llegado, por todo aquel que cree.
¿Cuál es el efecto práctico en el corazón? No para hacerme descuidar del pecado, ni para dar libertad al pecado, porque Cristo ha sufrido por él. Contemplando a Cristo en gloria, llegamos a ser como Él. Mirando a Cristo, lo anhelo y me acerco a Él. No hay velo ni en el corazón ni en la gloria; y cuando miramos la gloria, Cristo, que está allí, habla de justicia cumplida y no de juicio. ¡Qué gozo tan perfecto estar en la presencia de Dios y disfrutar de Cristo en toda su plenitud! J. N. D.
Un mensaje de Dios – Lista de volúmenes (#25884) – Biblioteca de la Verdad Bíblica
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