que quita el pecado del mundo
(Juan 1:29).
Con estas palabras, Juan el Bautista señaló una vez al Hijo de Dios encarnado, que había bajado del cielo para morir como el Cordero de Dios en la cruz del Calvario. Fue allí donde nuestro Redentor llevó a cabo una obra de infinita importancia.
- Con Su muerte sacrificial, el Señor Jesús expió los pecados de todos los que creen en Él. Sobre esta base justa, Dios da un perdón eternamente válido de todos sus pecados a cualquiera que confiese Su culpa y confíe en fe en la obra de redención del Salvador. Dios asegura: “Nunca me acordaré de sus pecados y de su iniquidad” (Hebreos 8:12).
- Debido a este sacrificio, Dios en el futuro perdonará al remanente creyente de las injusticias de su pueblo terrenal, especialmente el pecado de la crucifixión del Mesías. Entonces lo que el ángel dijo una vez a José, el esposo de María, se hará realidad en su totalidad: “Llamarás su nombre Jesús; porque librará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
- A través de la caída del hombre, toda la creación ha sido afectada. Pero sobre la base del Calvario, Dios liberará al cosmos de las consecuencias del pecado en el Reino Milenial. Será el placer de Dios “reconciliar todas las cosas consigo mismo por medio de él, habiendo hecho la paz por la sangre de su cruz, por medio de él, ya sean las cosas de la tierra o las cosas de los cielos” (Colosenses 1:19, 20).
- Finalmente, la muerte sacrificial del Cordero de Dios es la base para la nueva creación, en la cual no habrá más pecado. En el futuro, Dios creará nuevos cielos y una nueva tierra en la cual morará la justicia (2a Pedro 3:13). Este estado de cosas ya no será sacudido por nada, sino que permanecerá así para siempre. Entonces el pecado será quitado para siempre.
Sólo uno podría resolver el inmenso problema del pecado completa e integralmente: Jesucristo, el Cordero de Dios. Estaba dispuesto a morir por ello en la cruz del Calvario. ¡Alabado y gracias a él para siempre!
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