• Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero (Salmos 119:105)
  • Estén siempre alegres. (1 Tesalonicenses 5:16)
  • Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:13)
  • Oren sin cesar. (1 Tesalonicenses 5:17)
  • El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR. (Salmos 111:10)
  • Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. (Salmos 56:3)
  • Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno. (1 Tesalonicenses 5:21)
  • El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. (1 Juan 4:8)
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La vieja biblia

Un día, los soldados de la Reina regresaron al pueblo de Harrant y allanaron
las casas, una por una. Elsi los oyó decir: “Vamos a quemar la casa y el taller del herrero.
Si hay una Biblia escondida allí, de seguro será destruida.”
Cuando los soldados llegaron, Elsi se escapó por la puerta de atrás, cruzó el jardín, y corrió hasta alejarse de la casa. Luego se acostó en el suelo entre los arbustos. Temblaba de pies a cabeza.
La atemorizaba la idea de que los soldados pudieran encontrarla y torturarla para sacarle la
información sobre el escondite de la Biblia, el gran tesoro de su padre. Para ella, la Biblia valía mucho más que una corona de joyas.
La respiración de Elsi volvió a la normalidad cuando oyó que los soldados se retiraban de la casa. Sin embargo, de repente sintió el olor a humo. Ella se llenó de terror… ¡habían incendiado la casa! Se asomó y vio que la paja del techo de la casa y el taller ya estaba en llamas.
En ese momento, Elsi no pensó en su propia seguridad. Sólo LA BIBLIA VIEJA
recordaba que su papá le había dicho que la Biblia de ellos era la única en toda esa región. También se acordó de su promesa de proteger la Biblia, sin importar lo que pasara, y aunque le costara la vida. Elsi estaba dispuesta a hacerlo, y en ese momento, no pudo pensar en ninguna otra cosa.
Rápidamente corrió hacia la casa con el único propósito de rescatar la Biblia. Ya anochecía, y los soldados no la vieron cuando se acercó a la casa. Cuando llegó, entró en el taller que ardía. Las llamas extendieron sus brazos para envolverla, y le quemaron la cara y las manos mientras
extendía el brazo para abrir el escondite y recuperar la Biblia. Cuando la tuvo en las manos, la apretó con firmeza y salió tambaleándose por la puerta. Cuando llegó al jardín de nuevo, se cayó de rodillas. Le dolían las piernas y se asfixiaba por el humo que había entrado en sus pulmones. Sin embargo, en el corazón sentía un gran alivio y le daba las gracias a Dios por haberla ayudado.
Para asegurar de que la Biblia no sufriera daño, tomó su falda de lana y la envolvió en ella. Con las manos llenas de ampollas, cavó un hoyo en la tierra para esconder la Biblia. Luego se fue a gatas hacia la fuente del jardín y a como pudo, se lavó la cara y las manos con el agua fresca.
Una hora más tarde, los aldeanos hallaron a Elsi al lado de la fuente, inconsciente. De inmediato la auxiliaron y después de un rato, la niña volvió en sí. La consolaron y le alabaron por su valentía y luego acudieron al lugar donde había enterrado la Biblia. Cada uno de los hombres prometió guardar segura la Biblia aunque le costara la vida.
Años después, repetían esta historia a sus hijos. Les contaban de la valentía con que esa niña había rescatado la Biblia del incendio.