• Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero (Salmos 119:105)
  • Estén siempre alegres. (1 Tesalonicenses 5:16)
  • Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:13)
  • Oren sin cesar. (1 Tesalonicenses 5:17)
  • El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR. (Salmos 111:10)
  • Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. (Salmos 56:3)
  • Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno. (1 Tesalonicenses 5:21)
  • El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. (1 Juan 4:8)
  •  

La oveja perdida encontrada

En el campo de batalla yacía el soldado herido. A su alrededor había camaradas muertos que habían caído en la lucha, y él, débil por la pérdida de sangre, temía que su fin estuviera cerca.

«Me estoy muriendo, muriendo, y no estoy listo», gritó.

Se dio cuenta de que no era apto para encontrarse con Dios. ¿Qué podía hacer? ¿A quién podía dirigirse?

Luego, ante su mente, vinieron los días de su infancia y las predicaciones evangélicas a las que solía ir con su madre. Recordó la historia bíblica sobre el buen pastor que buscaba la única oveja perdida entre las montañas salvajes y estériles.

Y luego la escena cambió y él estaba en la casa de su infancia, recitando el poema que aprendió cuando era niño:

«¡Jesús, tierno Pastor, escúchame!
Bendice a tu corderito esta noche;
En la oscuridad esté cerca de mí,
guárdame a salvo hasta la luz de la mañana».

Acostado en ese campo solitario, comenzó a repetir las palabras nuevamente. También pensó en los últimos años de olvido de Dios, y cuán pecaminosa había sido su vida.

El grito brotó de sus labios: «¡Yo no soy su corderito! ¡Soy una gran oveja negra, una oveja negra vil!»

Estaba arrepentido e indefenso. ¿Quién podría ayudarlo en su gran necesidad?

Dirigiéndose al Salvador, oró: «¡Oh, pastor, ven, encuentra, salva a esta gran oveja negra!»

Dios, que siempre escucha tales gritos, le dio paz. Pronto se hundió en la inconsciencia. Encontrado vivo, fue llevado a un hospital, y en unas pocas semanas enviado a casa con su madre. Cómo se regocijaron juntos cuando él le contó cómo él, la oveja perdida, había sido encontrada por el Salvador, el Salvador que ella había amado tanto tiempo.

«Todos los que nos gustan las ovejas nos hemos extraviado; hemos vuelto a cada uno a su propio camino; y Jehová ha puesto sobre Él la iniquidad de todos nosotros» (Isaías 53:6).

Militar – Evangelismo (bibletruthpublishers.com)

Sé el primero en comentar en «La oveja perdida encontrada»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*